el respeto y la consideración como cultura empresarial
La cultura empresarial forma parte de la esencia de una organización, determina cómo se presenta y cómo se comporta ante la sociedad y ante el mercado; define sus valores y sus principios. Entendemos por cultura empresarial el «conjunto de valores, creencias y prácticas de una organización empresarial, relacionados directamente con su misión». El respeto forma parte de esta cultura, de hecho constituye uno de sus principales activos, entendido como la «consideración con la que se trata a alguien o algo por sus cualidades y valores«.
En el entorno empresarial, al igual que en la sociedad, el respeto, la consideración y la tolerancia son determinantes para una convivencia pacífica y armoniosa.
El respeto no está en el uso del «Don/Doña», sino en la consideración y el valor que damos a los individuos; está en el nosotros por encima del yo, un principio que debería integrarse en la filosofía vital de todas las personas y, por extensión, de las organizaciones. Pero el respeto además debe ser bidireccional, tanto en sentido vertical como horizontal, e impregnar cada acción, cada conducta y cada comunicación de la empresa.
Múltiples estudios confirman que en aquellos entornos en los que se actúa con respeto y consideración aumenta la autoestima personal y colectiva, mejora la comunicación, se incrementa la productividad y se fortalece la fidelidad entre las partes.
Para que sea efectivo y no se confunda con servidumbre, el respeto debe empezar por el propio individuo, para pasar posteriormente a los equipos de trabajo, a otros compañeros, a los proveedores y, por supuesto, a los clientes.
Si se implanta correctamente y se impulsa desde dentro de la empresa, el respeto logra equipos cohesionados y compactos, por encima de los intereses comunes, y facilita una comunicación fluida y eficaz. Si además se promueve el valor de la empatía (directamente relacionada con el respecto y la consideración), las diferencias se reducen, la transigencia brota y la intransigencia se marchita.
El respeto permite la aceptación de culturas distintas, de entornos económicos diversos, de las limitaciones individuales y colectivas, de otras ideas, de las singularidades… y favorece que afloren las virtudes y desaparezcan las ofensas y el desprecio.
El respeto implica aceptar a las personas como son, ser inclusivos y dar una oportunidad al enriquecimiento personal valorando los criterios y pensamientos ajenos, sin que ello suponga renunciar a nuestros propios principios y creencias.
En la empresa, la consideración incide directamente en el compromiso individual y colectivo con los proyectos, de manera que el personal los haga suyos y dé lo mejor de sí para cumplir las metas que le han sido asignadas.
Pero el respeto, insisto, no implica estar de acuerdo, ni implica servidumbre, ni implica la verdad absoluta. Al contrario, implica favorecer el compañerismo, reconocer las fortalezas individuales y reducir las debilidades y las carencias. El respeto está íntimamente ligado con el bien común y con el beneficio común en el entorno empresarial, aquel que «se genera en la relación empresarial entre dos o más partes para establecer acuerdos, alianzas o colaboraciones, de manera que todas ellas obtengan un beneficio, no necesariamente económico.»
Cuántos problemas, malentendidos e incomprensiones se solucionarían con un simple «¡GRACIAS!».
Imagen: Momo Marrero
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