ikigai
Para los naturales de Okinawa todos tenemos una “razón de ser” o una “razón para vivir”, que ellos llaman ikigai (pronunciado ikiɡai), y encontrarla da sentido a nuestra vida. Se trata de una motivación personal, una razón para levantarse cada amanecer: son las cosas que hacen que vivir tenga sentido.
Según el escritor Kobayashi Tsukasa, podemos sentir el auténtico ikigai “solo cuando, sobre la base de una madurez personal, de la satisfacción de diversos deseos, del amor y de la felicidad, nos encontramos con los demás y con un sentido del valor de la vida que avanza hacia la autorrealización”. O, en palabras del psicólogo estadounidense Abraham Maslow, “lo que un hombre puede ser, debe serlo”.
El fin último del ikigai no es en sí mismo la búsqueda de la felicidad, sino la búsqueda de aquello que hacemos bien, que nos satisface, para lo que servimos, que nos apasiona y con lo que podemos aportar algo a la sociedad. Se ha demostrado que las personas que tienen como objetivo la búsqueda de la felicidad tienen mayores posibilidades de obcecarse con ese propósito y, a la larga, suelen encontrarse con el revés de la moneda, la infelicidad. Por el contrario, cuando encontramos el ikigai, todo nos resulta más fácil, más ameno y divertido, nos sentimos más útiles y aportamos más a nuestro entorno.
El ikigai es una filosofía de vida centrada en cuatro variables que dan sentido a nuestra existencia y que quedan expresadas en el diagrama de Venn que figura al final del artículo:
- Lo que amamos
- Lo que el mundo necesita
- Por lo que nos pagan
- Lo que hacemos bien
Saber lo que amamos y lo que el mundo necesita nos permite establecer nuestra misión. Descubrir lo que el mundo necesita y por lo que obtenemos lucro, determinará nuestra vocación. Conocer aquello por lo que obtenemos lucro y lo que hacemos bien, definirá nuestra actividad profesional. Reconocer lo que hacemos bien y lo que amamos, determinará lo que nos apasiona.
Aplicado al mundo empresarial, según Simón Sinek, las empresas que no se plantean el porqué de su existencia generan confusión en el mercado y desmotivación en sus empleados, pues los consumidores no compran lo que hacemos sino la razón por la que lo hacemos.
Imagen: Momo Marrero
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