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gobernanza corporativa

‘Confiamos demasiado en los sistemas y muy poco en los hombres’ – Benjamin Disraeli

Gobernar, gestionar, dirigir a personas en cualquier ámbito puede resultar atractivo, incluso tentador, pero no es tarea fácil. Cada individuo tiene una forma de pensar, una educación, una cultura, unos conocimientos, unos objetivos vitales y profesionales… y alinearse con otros individuos sin tener que renunciar a ellos conlleva un proceso, un tiempo de análisis y cierta valoración. Allá donde haya un grupo de personas que deban convivir, sea cual sea el ámbito o el contexto, han de existir unas normas que todos los implicados deben cumplir para alcanzar el entendimiento y no sumergirse en el caos. Y la gobernanza es un factor determinante para ello.

Según la definición de la RAE que ya recogía en mi artículo la gobernanza como estrategia de la gestión turística, la gobernanza es el “arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”. Si aplicamos este concepto al ámbito empresarial estaremos ante una gobernanza corporativa o “conjunto de normas, políticas, prácticas y procesos de carácter interno que afecta a todos los integrantes de una empresa y por el que ésta se rige”. La gobernanza empresarial hace referencia por tanto a las reglas de juego que se establecen en el ámbito corporativo con el fin de ordenar el modo en que los integrantes de la empresa se relacionan e interactúan entre ellos y con terceros.

Esta gobernanza corporativa persigue el equilibrio entre las partes implicadas y afectadas (ver stakeholders) para obtener un beneficio común y generar riqueza (en el más amplio sentido del término), pero también busca evitar los conflictos, las actitudes individuales y la falta de comprensión.

La gobernanza corporativa emana del consejo de administración (con el visto bueno de los accionistas y la colaboración de los asesores) que transmite la dirección a todos los miembros de la empresa (incluidos los stakeholders) y que a su vez se proyectará a los clientes y a la totalidad del mercado.

Para que se pueda desarrollar con éxito la gobernanza en el ámbito empresarial las partes han de estar alineadas en torno a una estrategia compartida, que nace a su vez de unos objetivos previamente consensuados. Para lograrlo, resulta además determinante aplicar la inteligencia corporativa (tema que abordaré en un próximo artículo).

Una inadecuada gobernanza afectará por tanto directamente a la gestión de la empresa y a los individuos que la componen, pero también a los accionistas, pues sus inversiones perderán credibilidad además de valor de mercado.

Según la Comisión Económica y Social de las Naciones Unidas para Asia y el Pacífico (UN ESCAP), la gobernanza o buen gobierno ha de tener 8 características principales:

  1. Participación
  2. Legalidad
  3. Transparencia
  4. Responsabilidad
  5. Consenso
  6. Equidad
  7. Eficacia y eficiencia
  8. Sensibilidad

Y termino con una reflexión: en mi opinión, la gobernanza corporativa está y debe estar estrechamente ligada con el liderazgo líquido.

Imagen: Momo Marrero

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