fuerteventura, la isla serena
No logro recordar cuántas veces habré viajado a Fuerteventura a lo largo de mi vida, ya fuera por ocio o por negocios, pero lo cierto es que no importa el número, pues es uno de esos lugares en los que cada visita se disfruta como si fuera la primera.
Fuerteventura, antaño tierra de destierro y hoy de incipiente prosperidad, es una isla de sinuosa orografía esculpida en el transcurso de los años por la brisa del mar. Una acuarela de colores ocres, grises y rojizos bañada por un mar cristalino de penetrante azul turquesa.
Erbania, como era conocida durante la época prehispánica, es una de las ocho Islas Canarias (recientemente La Graciosa ha sido declarada oficialmente como la octava isla). Está situada a 97 kilómetros de la costa africana, lo que marca de forma acentuada su existencia, y su capital es Puerto del Rosario, antiguamente denominada Puerto Cabras (por razones obvias, para quienes conocemos su historia).
Fuerteventura es un destino turístico sereno, amigable y tranquilo, donde se puede vivir la libertad en toda su expresión. Una isla de clima cálido, en la que descansar con el dulce arrullo de las olas de un cristalino mar que mece sus más de 150 kilómetros de playa de fina y áurea arena.
En Fuerteventura, declarada Reserva de la Biosfera, se hace imprescindible visitar Betancuria, antigua capital, situada en el centro de su geografía en la que probablemente sea la zona más desértica de la isla, fundada en el siglo XV y que cuenta con un interesante patrimonio histórico que nos transporta a sus orígenes. Conocer y disfrutar de un largo paseo por el Parque Natural de Corralejo, situado en el noreste, sinuoso campo de dunas que besan una deslumbrante playa de arena fina. Perderse en una visita de ida y vuelta a la cercana Isla de Lobos, situada apenas a dos kilómetros de la costa, un pequeño paraíso al alcance de todos. Evadirse en las infinitas playas de Costa Calma, al sureste, donde se desvanecen el estrés, los problemas y la propia existencia, y donde los amantes de los deportes náuticos como el windsurf o el kitesurf encuentran un espacio inmejorable para su práctica. Perderse en la Playa de Sotavento (¡cuánto la extraño!) en un paisaje mágico, de gran belleza, más próximo a lo onírico que a lo real, o descansar a la sombra marina del faro de Morro Jable al sur de la isla. Sumergirse en Cofete, en más de 12 kilómetros de playa virgen, un panorama inigualable que permanecerá en nuestra retina por largo tiempo. Y qué puedo decir del Cotillo, con su Playa de la Concha, un remanso de paz situado al noroeste de la isla y un auténtico descubrimiento donde solo se puede soñar despierto.
Para los amantes del arte y de la cultura es imperativa una visita al Parque Escultórico de Puerto del Rosario, interesante museo al aire libre con más de 100 obras de diferentes artistas. Y para quienes disfrutan con la buena gastronomía, la degustación obligada pasa por un plato de carne de cabra y un queso majorero, especialmente el de pimentón, reconocido internacionalmente como uno de los mejores en su variedad.
Hoy en día Fuerteventura dispone de una joven y extensa planta hotelera, de la que personalmente destacaría dos propuestas: el lujoso Hotel Atlantis Bahía Real, pensado para atender las demandas más exigentes, y el renovado Sol Beach House at Melia Fuerteventura, una atractiva, singular, disruptiva y acertada apuesta decorativa de la conocida marca de moda española Desigual, donde descansar unos días en Fuerteventura, la isla serena.
Imagen: Momo Marrero
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